Hubo una vez un granjero pobre y su esposa que tuvieron una vida discreta
y dedicada al trabajo en el campo. Cada mañana al amanecer, se levantaban y
trabajaban hasta oscuridad. Lo mismo había hecho su padre y el padre de su
padre, pero el granjero no pensaba en el pasado. Para él, lo importante era
terminar la tarea de cada día y cumplir con su destino. Vivía, pues, al día,
despreocupado de las ambiciones de otros hombres.
Una mañana mientras trabajaba arduamente topo con algo.
Raspó la tierra alrededor del objeto y con sorpresa descubrió que se trataba de
un tarro de barro muy pesado. Cuando consiguió abrirlo la sorpresa fue mayor al
ver cientos de monedas de oro en su interior. Lo enterró de nuevo donde él lo
había encontrado y se fue a casa.
Su esposa estaba encantada cuando oyó las noticias, pero
llegó a pensar que su marido no estaba bien de la cabeza cuando le dijo que las
había enterrado otra vez.
-porqué no has traído a casa el tarro-grito. -No ves que
es un regalo del cielo y si no lo traes a casa para guardarlo, alguien podrá
robarlo ante nuestras narices."
-Si es realmente un regalo del cielo- Dijo el
despreocupado granjero, -nadie lo tomará. Pero si no lo es, pues no lo
quiero."
Durante la discusión, dos ladrones acertaron a pasar ante
la casa del granjero. Oyeron la historia del oro, y tomaron cumplida nota se
apresuraron a ir al punto que el granjero había descrito. Descubrieron el punto
donde la tierra estaba removida y encontraron el tarro que el granjero había
enterrado. Los ladrones llevaron el tarro a su guarida y, escondidos allí, lo
abrieron.
Pero una sorpresa les esperaba dentro del tarro,
encontraron, , no monedas de oro sino un nido de serpientes furiosas, cerraron
el tarro otra vez y lo lanzaron lejos.
La mañana siguiente, el granjero pobre volvió al campo y
descubrió inmediatamente que la falta. Pero trabajó hasta el atardecer, volvió
a casa y dijo a su esposa que el oro había sido robado.
"Por
supuesto," Dijo ella irónicamente, "quién si no tu, dejaría un tarro
de monedas de oro en medio del campo abierto."
Sin embargo sucedió que los dos ladrones habían vuelto a la casa del granjero
aquella noche. La mera relación del oro con aquella casa había despertado un
cierto deseo de venganza de modo que llevaron el tarro de nuevo al campo y lo
enterraron, donde estaba esperando que las serpientes mordieran a labrador
cuando abriera otra vez el tarro.
Cuando el hombre llegó al campo por la mañana se sorprendió al ver que el tarro
estaba otra vez allí. Pero él no sentía ningún deseo de abrirlo así que lo
ignoró. Al llegar a casa contó a su esposa que el tarro había sido devuelto.
-Encuentras día un tarro lleno de monedas de oro, lo pierdes al día siguiente y
ahora me dices que lo has encontrado otra vez. ¿Cómo quieres que me crea
eso?" se lamentó.
El marido aseguró que le decía la verdad.
"Bien, pues ve de nuevo al campo y trae el tarro,-exigió. "Solo así
sabré si eres un hombre de palabra. Si fuera cierto debe ser un regalo del
cielo puesto que ha vuelto al campo."
"-No," contestó el marido-Si es un regalo del cielo, ya encontrará la
manera de venir sin nuestra ayuda."
Los dos ladrones estaban muy atentos escuchando esta conversación y su deseo de
venganza creció porque estaban seguros que el granjero y su esposa se habían
burlado deliberadamente de ellos de modo que decidieron darles una lección. Así
que volvieron al campo, cavaron de nuevo, cogieron el tarro y lo llevaron a la
choza del granjero, colocándolo cuidadosamente en el umbral de la casa.
Entonces se escondieron detrás de unas matas de bambú para ver qué sucedía.
A la mañana siguiente, el granjero abrió la puerta y vio el tarro a la puerta.
Su esposa vino corriendo al oír las noticias. Tomó el tarro de le dio la
vuelta… y un río de monedas de oro se desparramó por el suelo.
Al ver
esto, los ladrones se dieron cuenta de que algo superior protegía al matrimonio
de granjeros y se fueron. El granjero y su esposa eran ricos. La mujer compró
un guardarropa nuevo lleno de hermosas ropas. Sin embargo no por conocer la
abundancia el granjero cambio su natural disposición. Continuó trabajando en
las tareas que la vida le ha asignado en la misma forma en que lo había hecho
siempre hasta el día que él murió.