Un día, cuatro mandarines
propusieron celebrar un reto para descubrir cual de ellos había tenido la
experiencia más extraordinaria.
Habían estado bebiendo el ruou (licor de arroz) toda la tarde, llenando sus
copas cada vez estaban más animados.
El primer mandarín comenzó
diciendo con cara seria:
"el otro día vi un búfalo que era tan grande que con un barrido de su
arado cosechó mitad de un campo del arroz."
"Oh, eso no es nada- dijo el segundo mandarín. Yo he visto una cuerda que
serviría para atar un animal mucho más grande pues era tan gruesa como 10
columnas de nuestra casa comunal juntas."
"Cómo podéis estar tan orgullosos de vuestra experiencia con tales
nimiedades- Dijo el tercer mandarín.
"Sé de un puente tan largo que un hijo que vivía en un lado del río, tuvo
noticias de la de la muerte de su padre que vivía en el otro lado de modo que
se puso inmediatamente en marcha para cruzarlo, con todo llegó después del
período del luto que había durado tres años."
Había transcurrido un buen rato cuando el cuarto mandarín, que había estado
pensativamente ensimismado, dijo con una voz que sonaba convincente.
¿Me pregunto si el puente, levantado por uno de sus extremos y puesto en pie,
podría ser tan alto como el árbol del que he oído hablar?. Pues bien, el árbol
es tan alto que algunos huevos habían caído de un nido de pájaro en la
copa…-Comenzó diciendo.-Antes de que alcanzaran el suelo, se habían incubado,
los polluelos habían crecido y eran lo bastante grandes para poder volar lejos.
Los cuatro mandarines, rompieron
en risotadas escandalosas y se felicitaron por la capacidad de su imaginación y
se sirvieron otra ronda de licor.
Una voz estentórea se oyó a sus
espaldas
¡"Sois unos embusteros! Y os creéis vuestras mentiras."
Temblando de miedo, se dieron la vuelta pero no vieron a nadie salvo al humilde
criado que les había estado sirviendo-¿Cómo te atreves a recriminar a tus
amos?" gritaron airadamente.
El hombre inclinado dijo mansamente:-Sus historias han excitado tanto mi
imaginación que me he preguntado si se creerían ustedes mi propia regañina